Cuando entró en operación el
servicio del Metro de Lima fue algo tan novedoso para la gran mayoría de
peruanos que durante el periodo de prueba era de machos y valientes subir al
tren eléctrico para utilizar alguna ruta por más pequeña que sea. En lo personal,
fueron un sinfín de aventuras las que pasé desde la primera vez que ingresé a
la Estación Cabitos del Metro para bajar en la Estación Angamos, un tramo
corto, rápido pero bastante emocionante al ser mi primera vez en un tren
eléctrico.
Recuerdo que durante mi primera vez en el tren casi
muero asfixiada, era verano y yo había salido tarde de mi laburo y por tratar de llegar
rápido a casa decidí subir al Metro en la estación Cabitos en Higuereta. El sol
calcinaba las veredas y yo parecía un helado derretido, subí a la estación y la
sombra del techo aligerado nos regalaba algo de fresquito a los usuarios. En
breves minutos llegó el tren y oh maravilla!!... apenas se abrió la puerta
delante de mí pude “levitar” sin necesidad de utilizar cuerdas, arnés o truco
alguno ya que mis pies ni tocaron el piso, las personas se habían aglomerado
tanto que la gran masa humana me obligó a ingresar al tren y la puerta se cerró…
HORROR!!... me equivoqué de vagón y resulté en una cámara de gas!!!
La mezcla de olores, humores y
sudores era tan impactante que por un momento sentí que perdía el conocimiento.
Como ya no tenía opción de gritar “bajan!!”, cómo solemos hacer cuando ocurre
esto en un autobús, casi saco mi pie para que al mismo estilo de Pedro
Picapiedra hiciera avanzar más rápido el bendito tren eléctrico. Me sentía como
esfera decorativa de discoteca, iba cambiando de colores mientras me ponía
morada camino a gris por la falta de oxígeno, de pronto me salieron ojos a los
costados y en la espalda ya que para terminar de decorar el pastel había que
cuidar la cartera y también mi integridad física, de los mañosos!!!....
Fueron los 4 minutos más largos
de mi vida y con gran emoción, aunque yo lo llamaría “desesperación”, veía que
nos acercábamos al cruce de las avenidas Aviación con Angamos. Cuando al fin
llegamos a la estación Angamos y la puerta se abrió, en un acto de ilusionismo salí
levitando nuevamente entre la gran masa humana, pero esta vez fue a la
velocidad del rayo!!!… los pasajeros estábamos tan apretujados que al entrar
oxígeno al vagón salimos disparados hacia el exterior, es más, creo que fui una
de las personas que salieron sobre los hombros y las cabezas de los demás
pasajeros. Que espanto, nuca se les ocurra subir al tren eléctrico en verano y
mucho menos en hora punta.
Pero las experiencias y anécdotas
en mis viajes en tren eléctrico son infinitas. Hace unas semanas el Metro de
Lima inauguró su nuevo tramo desde la Estación Grau hasta la Estación Bayóvar, 10
estaciones adicionales que representan la circulación y desplazamiento de no
una masa humana… sino de un “mar humano” inagotable a toda hora. Como toda
etapa de adaptación al nuevo tramo el Metro de Lima comunicó que por unos días
el servicio hacia esas estaciones sería gratuito, lo que ocasionó que los
usuarios se reproduzcan a la velocidad de la canchita tipo pop corn.
Ignorando el nuevo panorama que
se vivía en cada una de las estaciones del Metro de Lima, decidí ir a Gamarra
para hacer unas compras, siendo el tren eléctrico el medio de transporte más
seguro para llegar allí. Al ingresar a la estación Angamos me sorprendió ver
las interminables colas en los cajeros para recargar sus respectivas tarjetas
de usuario, pero yo: “la precaución con zapatillas”, tenía la tarjeta con
recarga suficiente para poder viajar en tren varias veces, así que ingresé
tranquila y con ganas de la travesura de sacarle la lengua a todos los que
refunfuñaban desde las extensas colas.
Cuando subí a la plataforma de
acceso casi muero del susto, había tantas personas que ni siquiera podía ver la
parte central de los rieles del tren. A lo lejos pude ver que se acercaba un
tren, lo vi llegar a la estación, lo vi desplazarse y las personas acomodarse
para abordar, y también lo vi pasando de largo y alejarse sin explicación,
había tanta gente que no imaginaba qué hubiera pasado si el tren se detenía
como debía, algo que si hizo el siguiente tren y vaya que fue una experiencia
digna de alguna película de terror o de esas en que el mundo se acaba y el que
subía al tren se podía salvar, poco me faltaba gritar: “primero las ancianas,
las mujeres y los niños”!!! :D
Entre llaves de karate,
pisotones, codazos y rodillazos pude ingresar al tren, empinada en los deditos
gordos de mis pies y tratando de estirar mi cuello mirando al techo para
respirar algo de oxígeno me decía a mí misma: “resiste, tan solo 3 estaciones
más y ya estás en Gamarra”. Lo que no sabía era que en la estación Gamarra
había otro mar humano esperando para abordar el tren con rumbo a las nuevas
estaciones. Al abrirse la puerta pensé que estaba en pleno clásico en el
estadio y entre las barras bravas!!!... no recuerdo cómo hice para salir del
tren entre el mar humano que ingresaba como ganado atropellando a los demás.
Luego, para salir de la estación Gamarra fue toda una odisea y demoré algo de
10 a 15 minutos, todo un caos.
Terminando mi fructífero shopping
sabatino en Gamarra fui a la estación para mi regreso a casa. Unos guardias de
seguridad acordonaban todos los ingresos, pensé que algo malo ocurría pero no,
tan solo se trataba de poner orden entre los usuarios. Inocentemente pregunté
por dónde ingresar, cuando me señalaron una cola tan pero tan larga que los
usuarios tuvieron que acomodarse como un serpentín que iba y venía, calculo que
había algo de 250 personas y seguían llegando más. Una vez ingresado y
esperando el tren en la plataforma superior vi que llegaba el tren de la otra
vía.
En la estación se podía escuchar
las indicaciones de seguridad que daba una empleada del Metro de Lima con una
armoniosa voz: “por su seguridad, manténgase detrás de la línea amarilla”, “no
acercarse hasta que el tren se haya detenido”, “facilite la salida de pasajeros
para que puedan abordar el tren”, entre otros. Pero cuando el tren de la otra vía se detuvo,
la empleada cambió el tono de voz y con desesperación dijo nuevas indicaciones:
“Por
favor mantengan la calma”, “señores usuarios permitan la salida de pasajeros”,
“señores sin agredirse”, “seguridad, seguridad, emergencia, seguridad”,
poco faltó que diga “auxilio, socorro”…. Nosotros desde la otra vía tan solo
podíamos ver a través de las ventanas de ese tren que el tumulto de pasajeros
forsejeaban, se empujaban y terminaron en una gran gresca con golpes incluidos.
Totalmente atónitos con el
espectáculo que presenciamos, cuando
llegó el tren del lado de nuestra vía los usuarios nos miramos unos a otros y
algo mágico sucedió, todos esperaron a que los pasajeros salgan para recién
abordar el tren, al menos algo bueno
resultó luego de ver tan pintoresca escena. Yo mido 1.60 cm de estatura y casi
siempre resulto asfixiada en los diversos eventos del Metro de Lima, así que si tienes menos de esa estatura NI TE
ATREVAS!!! Porque morirás en el intento… Moraleja: para las distancias cortas
chapa tu combi y paga tu china, y si te demoras o llegas con retraso, piña!!!...
al menos llegarás vivo… FELIZ VIAJE chuchuuuuuu… :D