Nuestros fieles e inseparables pies, cada uno con 26 huesos bien distribuidos en el tarso, el metatarso y las falanges, son los pilares que sostienen nuestro cuerpo y tienen un papel tan importante y esencial en nuestras vidas; sin embargo muchas veces no les damos ni la importancia ni el cuidado que debemos para mantenerlos estéticamente bonitos y saludables. Seamos peatones o conductores, estoy segura que muchos de nosotros nos sentimos identificados con aquella peculiar sensación de estar conduciendo con los dos pies mientras nos desplazamos de un lado hacia otro.
Desde que era niña he escuchado la expresión "en mis dodge pies", cuando uno se moviliza a pie, aplicando el onomatopeya "doch" de la marca de autos Dodge. Lo cierto es que esa expresión no está más lejos de la realidad ya que falta poco para que le pongamos a nuestros pies luces direccionales y placa de rodaje cada vez que tenemos que ponernos en marcha para realizar nuestras diversas actividades diarias. Así como hay autos grandes o pequeños, los pies son de diferente tamaño y forma; como los de talla 35 hasta los de talla 45, ya sean delgados o anchos, cada propietario se encarga de ponerle a sus pies la mejor carrocería dependiendo de la actividad y el lugar a donde se desplacen.
La llovizna persistente de los últimos días me hizo recordar lo que pasé hace una semana cuando tuve la misión de ir a recoger un encargo nada menos que en Gamarra City. Sabía que la misión sería toda una aventura y al mismo estilo de Rambo le calcé a mis pies un par de botas guerreras ya que había llovido toda la noche y seguía lloviznando durante la mañana. Mi medio de transporte fue el tren eléctrico, lo que para mis pies vendría a ser como viajar en un remolcador. Amparados al calor de unas suaves medias de algodón, mis pies iban protegidos con una carrocería de botas de cuero color negro, las cuales sufrieron el ligero roce y raspón de unos pies que subieron presurosos con una carrocería deportiva modelo zapatilla, lo que me llevó a observar al resto de pies luciendo las más variadas y pintorescas carrocerías...
Mientras avanzábamos estaciones del tren, los pies se iban aglomerando en el interior como si fueran autos detenidos a la espera del cambio de luz en el semáforo. Cuando llegamos a la estación de Gamarra de pronto las personas salieron del tren a la velocidad de sus bólidos pies que se iban haciendo piques por tratar de ganar primero la escalera. Grande fue mi sorpresa al salir de la estación del tren ya que por las inclemencias de la zona las veredas no sólo estaban húmedas por la llovizna, sino más bien cubiertas por una ligera capa de barro, lo que motivó a que las personas conduzcan aminorando la marcha de sus intrépidos pies para evitar patinadas y colisiones.
Conducir con los dos pies en las veredas tan congestionadas como las de Gamarra es toda una proeza digna de una corredor de Fórmula I. Existen muchos peatones que no tienen ni la más mínima idea de lo que significa el orden y el respeto a las señales y conducen prácticamente atropellando a los demás, es como estar en un cruce de avenidas principales con un semáforo con miles de luces en verde, ámbar y rojo apuntando hacia diferentes direcciones. Ningún peatón respeta su carril, conduce con sus dos pies pisando acelerador y luego frenando sin hacer señal de pare o invaden el carril de emergencia que viene a ser la pista, con el fin de adelantar a los demás. Otros peatones que van a su derecha de pronto doblan a la izquierda sin fijarse quien viene detrás y meten cuerpo al que viene delante. Por último si uno no conduce atento mirando a los cuatro lados será víctima de alguna colisión con otro peatón, sin olvidar los casos de choque y fuga.
Para cumplir mi misión tuve que conducir con mucha prudencia ya que sentía como iba patinando sobre la vereda con el temor de terminar resbalando y caer al suelo. Los peatones conducían temerariamente y sufrí algunos ligeros choques y raspones, mis pies se iban congelando con el frío y la humedad, su carrocería de botas lucían inevitablemente sucias como aquellos vehículos que viajan a la sierra y terminan con salpicaduras de barro. En el camino vi a los peatones de limpieza municipal que conducían llevando carrocería anfibia de botas impermeables de jebe, y luego a los de serenazgo que usaban carrocería blindada de botas de trabajo tipo Caterpilar. No faltaron los intrépidos que desafiando el frío y la llovizna salieron en carrocería de verano con sandalias y sin medias!!!...
Una vez terminada la misión y ya de regreso a casa el panorama de peatones era diferente y las carrocerías de otros modelos. En el camino me crucé con los peatones que lucían carrocerías ejecutivas con zapatos de vestir en el caso de varones y zapatos de taco en el caso de mujeres, totalmente impecables, lustrados y simonizados. Yo seguía conduciendo a la defensiva con mis dos pies y con apuro de llegar a casa para darle el mantenimiento urgente a la carrocería de botas que usé. Pero la historia es de nunca acabar, seguiremos conduciendo con los dos pies y usando las carrocerías más diversas de acuerdo a cada estación, clima, actividad o lugar a donde nos desplacemos, llegará un momento en que tendremos que eliminar ciertas carrocerías por obsoletas o estar en mal estado, y no faltarán las de estreno que luciremos insoportablemente el primer día... Mientras tanto voy inmediatamente a engreír a mis pies con una buena pedicure, a dejarlos como recién salidos de un autoservicio con el balanceo y afinamiento de rigor, listos para una nueva competencia de Fórmula I por las veredas de la ciudad.... :D
No hay comentarios:
Publicar un comentario