Desde muy pequeños siempre nos ha tocado ser "pasajeros" o "tripulantes" de aquella inolvidable cuchara, que convertida imaginariamente en un avión, veíamos venir con una generosa porción de papilla directo hacia nuestra boca. Era típico escuchar de nuestra madre, padre, niñera o persona encargada de darnos de comer el clásico ñiuuuuuuuu simulando el sonido de un avión en pleno vuelo, sin dejar de mencionar los vuelos en picada cuando pasaba el tiempo y no abríamos la boca inmediatamente. Ya de niños aparecen los aviones en los cuentos, los de juguete, o simplemente aquellos hechos de papel, pero cuando hablamos de un avión de verdad, aquellos que pesan toneladas, la cosa cambia totalmente y pasa a ligas mayores.
La primera vez que subí a un avión no fue precisamente en un juego mecánico de alguna feria, cuando era niña tuve la oportunidad de participar en varios programas de "vacaciones útiles" en los que se incluía una visita al Grupo Aéreo No. 8, y recuerdo haber subido a varios aviones militares como el Hércules, helicópteros de todo tamaño y hasta en un aeroplano... pero todos en tierra!!!. Siempre le tuve miedo a los aviones, más aún cuando se escuchaban tantas noticias sobre accidentes aéreos; pero debo confesar que aunque sentía algo de curiosidad, no estaba entre mis planes un vuelo en avión a ninguna parte.
Pero tarde o temprano aquel momento que siempre eludía tenía que llegar, y a mis 25 años de edad la empresa donde yo laboraba me envió directo y sin escalas a la ciudad de Iquitos, en la selva peruana, para conocer la planta de ensamblaje de una conocida marca de motocicletas, entre otras actividades. La noticia fue emocionante, pero la idea me inquietó al saber que lo haría en el mes de enero, cuando por lo general es época de lluvias y tormentas en la zona. Más grande fue mi temor pues semanas atrás un avión procedente de Pucallpa se había precipitado al mar con el equipo de fútbol de Alianza Lima, aparte de otros accidentes aéreos que habían sucedido el año anterior.
Con una mezcla de miedo y emoción alisté maletas, mi viaje duraría 5 días pero yo las preparé como si me fuera por un mes. Con las recomendaciones del caso sobre las inclemencias del clima de la zona, mismo Rambo, me fui preparada hasta los dientes. Tenía tanto temor que hasta preparé una carta por si me pasara algo e hice algo así como mi testamento, aunque a esa edad era poco lo que podía dejar. Jamás había viajado en avión y a mi edad me daba vergüenza decir que me moría de miedo de pensar en aquel vuelo que me llevaría a una aventura sin límites, pero eso será materia de otro relato, ya que bien merece tener su propio espacio en una próxima crónica.
Felizmente entre las personas que teníamos que viajar había una amiga que tampoco había viajado en avión, así que ya éramos dos y el miedo era compartido. Llegamos al aeropuerto de madrugada, para ser verano hacía un frío que calaba los huesos y no llevábamos mucho abrigo porque nuestro destino era la selva con clima caluroso. Una vez hecho el check in respectivo nos fuimos a sala de embarque y nos hicieron pasar a la pista de aterrizaje que nos puso el avión delante de nosotros. Un tremendo nudo se me hizo en la garganta, era capaz de chapar mis cacharpas y regresar a la comodidad de mi camita, pero ya estaba ahí y no quedaba de otra que subir al avión.
La aeromoza me ubicó en mi asiento, precisamente al lado derecho del avión junto a la ventana, la ubicación me pareció genial pues iba a ver todo el cielo durante mi viaje. El avión se fue llenando, a mi amiga primeriza en vuelos le tocó sentarse delante mío, pero a mi izquierda aún seguía un asiento vacío así que ella se pasó a mi costado. Juntas ya nos sentíamos más tranquilas cuando de pronto vino la aeromoza verificando asientos y oh maravilla... se dio cuenta del cambio y cuando le pedimos que por favor nos dejara viajar juntas nos contestó: "Lamentablemente no podemos hacer ningún cambio, porque en caso de que el avión sufriera un accidente luego habría problemas para reconocer los cuerpos si no están en sus asientos registrados".... casi muero de un infarto!!!...
El momento era tenso y lo fue más cuando vimos subir a la Selección Peruana de Voley, con Natalia Málaga y Cecilia Tait entre otras. Luego subió la Selección Coreana de Voley y para suerte mía una enorme coreana se sentó a mi costado. No faltaron los impertinentes que susurraban "Ay Dios, el avión se va a caer" por lo del accidente reciente del equipo de fútbol. Las puertas del avión se cerraron, se prendieron turbinas, cinturones bien ajustados y el avión empezó a correr para alzar vuelo y llevarme a visitar las nubes y el cielo que tanto me gusta observar. Era increíble cruzar la Cordillera y verla tal cual libro de geografía, estaba maravillada de ver tanta belleza desde el aire. Llegamos sin novedad a la ciudad de Iquitos donde pasé 5 fabulosos días con miles de aventuras...
Llegó el día de regreso y el vuelo programado para partir a las 5 de la tarde con destino a Lima, pero el avión jamás llegó y presos de la angustia, la incomodidad y el calor nos quedamos varados en pleno aeropuerto. De pronto a eso de las 8 de la noche llegó un avión bastante antiguo procedente de la ciudad del Cusco que hacía una escala en Iquitos. Alguien gritó: "el avión, el avión" al mismo estilo de Tattoo y no dudamos en treparnos al avión para poder regresar a Lima. Obtuvimos cupo y con maletas a bordo emprendimos vuelo y en hora y media ya nos veíamos en casita. Pero nadie presagió la tremenda aventura que nos tocaría pasar en esa "cafetera" de avión.
El avión era tan antiguo que hacía miles de ruidos, pero el susto fue tremendo cuando de pronto empezamos a rebotar en pleno vuelo, era como si una mano gigante nos agitara como si fuéramos jarabe para la tos, las aeromozas se paseaban por los pasadizos tranquilizando a los pasajeros y repartiendo vasos de chicha para estabilizar nuestra presión. Nos había tocado noche de lluvia y tormenta, era impresionante ver como se iluminaba el cielo, escuchar el espantoso ruido del crujir de todas las partes del avión, algunos gritos de personas más nerviosas que yo. Presa del pánico estaba tan pegada al asiento que ya parecía parte de su tapiz, pensaba en tan sólo llegar a casa, poder apapachar a mi mamuska y sentirme protegida entre sus brazos.
El vuelo se hacía interminable, de pronto alguien dijo: "ya debemos estar por llegar" y con curiosidad me acerqué a ver por la ventana y dije: "sí!, ya estamos llegando porque puedo ver el mar y esa luz debe ser el faro", los pasajeros se alborotaron en las ventanas y pensaban que pasábamos por el Puerto de Supe, nada más lejos de la realidad. De pronto un rayo iluminó la noche y lo que veía pensando que era el mar con la playa resultó ser el ala del avión con la oscuridad de la noche, y la supuesta luz del faro, las luces del avión... De pronto un silencio y casi me apanan entre todos!!!... al menos alivié la tensión y les robé una sonrisa no? :D
Llegamos al aeropuerto Jorge Chavez casi a la medianoche, en ese tiempo no habían teléfonos celulares y nuestros familiares esperaban angustiados nuestro retorno. No tienen idea de la bendición tan grande que sentí de poder poner mi pie nuevamente en tierra y sentirme a salvo luego de tremenda aventura. Lástima que en aquella época no había la facilidad que hay el día de hoy para tomar las instantáneas, se imaginan lo que serían esas fotografías?... de Ripley!!!. Mientras tanto, seguiré recordando con una sonrisa en el rostro mi primer viaje en avión... no fue precisamente a La Isla de la Fantasía, pero si tuvimos nuestro propio Tattoo gritando: "el avión, el aviónnn".... :D
Buena su historia, lo mismo me paso a mismo cuando me subi a un avion, un politico de Honduras se habia accidentado. te imagines el miedo
ResponderEliminarGracias por el comentario, saludos :)
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